... hasta que el óxido rompa los barrotes y entonces caigan al río y se ahoguen... glup glup glup
Puente en Valladolid, marzo 2010
No os sorprenderá lo que voy a decir porque es más que evidente. La locura y el vicio con las páginas y grupos de Facebook es un hecho que la mayoría ya conocéis. Y sino, sólo tienes que tener una cuenta en esa red social (y unos cuantos amigos) para verlo.La primera páginatontainútil que creé se me ocurrió en la calle, después de haber visto darse la misma situación en numerosas ocasiones: Abuel@s que dan paso a los coches en los pasos de cebra aunque se paren (1.491) ¿A que alguna vez lo habéis visto?
Un día, jugando al Buscaminas, me di cuenta de que muy pocas veces conseguiría terminar el nivel experto, porque llega un momento que dependes de tu suerte y en la casilla en la que te encuentras hay un 50% de posibilidades de que haya una bomba o no: Fallo el 95% de veces cuando tengo un 50% de posibilidades de acertar (301) ¿Alguien es tan gafe como yo?Un fin de semana viajábamos hacia el País Vasco, tocaba jugar allí y llevábamos dos conductores. Las dos siguientes se nos ocurrieron yendo por la autopista porque las dijo nuestra conductora. La primera, llovía, paramos en una área de servicio y dijo al salir del coche... Llevo paraguas pero no quiero mojarlo...¡a correr! (19) (yo también llevaba y no lo saqué por lo mismo, luego el coche se pondría perdido...), y la segunda, nos acercábamos a un peaje... Cuando se acerca un peaje me pongo nervioso/a (26) (aún no he tenido la ocasión de conducir por autopista de peaje, pero estoy segura que me pasaría lo mismo xd)
Una noche, estaba viendo en familia la gala final de Eurovisión para elegir quién representaría a España este 2010. No sé si fue antes de la que lió John Cobra o después, pero hubo un momento en que me picaba mucho la oreja derecha por dentro y no sabía cómo rascarme. Estaba con el portátil en el sofá y la creé al instante: Qué putada cuando te pica la oreja por dentro! Aargh! (101) Y es que... ¿acaso no es verdad xd?
Y el último se produjo el día 8 de marzo, el de la nevada histórica, cuando vi a mi madre (no me mates) observando cómo nevaba por la ventana, entonces le dije... ¡espera, no te muevas! Fui a por la cámara y el resultado fue Señoras que miran cómo nieva por la ventana con los brazos en jarra (109).
Terminó un día cualquiera para Aris y se fue a dormir, aunque como casi cada noche, tuvo que empezar a pelear contra el insomnio y sus pensamientos reflexivos indeseados que se lo provocaban. Últimamente Aris pensaba mucho en la soledad, que paradójicamente es algo que acompaña a todos. No estamos solos. Algunas veces notas más su presencia, otras menos, pero siempre está ahí. A veces la necesitas y puede venirte bien su silenciosa compañía, otras se hace demasiado pesada y te agobia. Pero Aris creía que era la amiga más leal que tenía, la que iba a estar toda la vida con ella a pesar de haber otras personas en su vida que irán y vendrán. Llegó a pensar que la vida en pareja no era cosa de dos, ni de tres, sino de cuatro: ella, su soledad, su pareja y la suya. Convivir con una pareja no era fácil, lo sabía por la anterior que había tenido. Pero ahora se daba cuenta de que no habían tenido en cuenta que había otras dos cosas que les acompañaba y que, seguramente, el no respetarlas, ignorarlas o pasar de ellas había sido precisamente lo que no había funcionado en la convivencia de los cuatro. Porque todos se necesitaban en su justa medida y primero de todo había que comprenderlo. Entonces, Aris lo tuvo claro. La próxima vez que quisiera estar con alguien no le haría la típica pregunta de ¿te gustaría salir conmigo? sino que directamente le preguntaría ¿compartimos la soledad? En el caso de que su pareja aceptara y lo entendiera sin explicaciones, sabría que esa sería la persona ideal y seguro que funcionaría mucho mejor que su anterior relación. Por el momento se lo preguntó a la almohada y después de su silencio como respuesta, comprobó que esa era la pregunta de la victoria, ya que cayó en un profundo sueño.
Amaneció un día gris, llevaba toda la noche lloviendo y parecía que no iba a cesar en todo el día. Alberto no dudó en coger el paraguas que heredó de su abuelo, que a pesar de ser antiguo y feo, era el más fuerte y resistente que tenían en casa. Pensó, a la tercera va la vencida, esta vez ni el viento podrá con él. Se dirigía hacia el instituto y se paró delante de un paso de cebra con el semáforo en rojo para los peatones. No tuvo la suficiente picardía de no detenerse tan cerca de la carretera, pues estaba llena de charcos profundos, pero cuando se dio cuenta ya era demasiado tarde. Una furgoneta pasó demasiado cerca de la acera a toda velocidad por encima de un charco, que bañó de arriba a abajo a nuestro protagonista. Alberto maldijo en voz alta todo lo que pudo, a la lluvia, a los charcos, a su paraguas, al semáforo, al chico que conducía la furgoneta… y a su poder. No llegaba a entenderlo del todo ¿de qué le servía si no se podía cambiar el pasado ni el futuro? Se rindió y siguió caminando frustrado hacia el instituto, donde tuvo que aguantar más de una burla de sus compañeros de clase.
Creo que tendría que cambiar la pregunta a ¿Te gusta escribir ficción?, pero bueno, por el momento así se queda. Me siento un poco cansina al hablar otra vez de esto, aunque puede que haya alguien nuevo que me lea (¿hay alguien ahí? xd) que no haya llegado a leer nunca de esto en mi blog. Creo que ya es la cuarta vez que hablo del Proyecto o Grupo Memenovela (las otras veces están aquí, aquí y aquí).