31.12.08

1 año




Hoy, 31 de diciembre de 2008, El Espejo de Krys cumple 1 año!

Creo que mis objetivos con él, se han cumplido. Para mí un blog, es lo que describí en mi primera actualización: Es lo más parecido a un espejo que refleja la persona que escribe en él… sus gustos, intereses, experiencias, pensamientos… en resumen, el espejo de su vida.

Y bueno, he actualizado todos los meses, ¡todo un logro!, han habido días de abandono, pero bueno, cada día y cada mes ha sido un mundo, unos con más inspiración, más ganas de ecribir, haces algo diferente, cambias de pensamiento, inicias proyectos, los abandonas, recomiendas algún libro o peli... de todo un poco, que era lo que yo quería con esto.

Reflexiones, fiestas, libros, películas, series, fotografías, conciertos, crónicas, música, Google y sus logos... en resumen un poco de todo lo que me rodea, me interesa, me fascina.... un poco de yo misma.

En fin, GRACIAS a todos los que me habéis seguido durante este año y no habéis dejado que lo abandonara con vuestros comentarios que son muy importantes para que siga vivo (aunque no os lo creáis), para que tenga algún sentido, no sólo para mi misma sino para todos los que estáis de una forma u otra en mi vida, conectados conmigo, en mi espejo.

27.12.08

La Niña de los Tres Nombres

Esta tarde, un sábado cualquiera en fechas navideñas, he visto el libro que me regalaron mis amigas en el escritorio, con el punto de libro señalando un cuarto de libro y abandonado, porque ya hacía bastante que lo había empezado y hacía mucho que no leía. Y me he propuesto terminarlo antes de que acabara el año. En esta misma tarde lo he acabado, me he metido en la historia tanto que no me he podido desenganchar hasta llegar al final.



Título: La niña de los tres nombres
Autor: Tami Shem-Tov
Año: 2008
Núm. páginas: 288

Contraportada:

Hay novelas que se deben leer.
Porque te cambian, porque se quedan contigo durante mucho tiempo, porque sus personajes se convierten en tus amigos y lo que les sucede pasa a ser de tu incumbencia. Novelas que hacen del mundo un lugar mejor. Historias sobre gente extraordinaria que transforman lo cotidiano en mágico y lo imposible en posible.
Son los libros que te llevarías a una isla desierta, que regalarías a tus amigos
(como me han regalado a mí) o que querrías querrías que tus hijos leyeran.
“La niña de los tres nombres” es una de esas novelas.

En ella encontrarás personajes inolvidables y, sobre todo, conocerás a Lieneke, una niña de nueve años muy, muy especial, y a su padre, un hombre divertido, sensible e inteligente que durante dos años realmente difíciles le envió unas cartas tan maravillosas que hoy están en un museo y millones de personas las admiran. Y es que Lieneke y su padre existieron en realidad. Y sus cartas se reproducen en las páginas de esta novela. Un legado de optimismo y sutileza del que todavía hoy todos podemos aprender.

“La niña de los tres nombres” es todo esto, e incluso un poco más. Es un libro entre un millón.


Justo antes de este, leí el de El niño con el pijama de rayas, y este que he leído está dentro del mismo marco histórico de guerra que este. Pensé que tanta historia, tanta guerra, me cansaría (temas que no me entusiasman) y lo abandonaría para leer otro tipo de cosas. Pero no fue así. Lo abandoné, es cierto, pero no por otra lectura sino por la no-lectura. Y al reemprenderlo me enganché tanto a la historia que en una tarde me he fulminado tres cuartos de libro y no es tan fino. Visto desde la perspectiva de los niños todo cambia. La inocencia te hace ver las cosas serias de otra forma. Las historia explicada en sí, hecho por hecho, es un coñazo. Pero a través de las vivencias de unos niños, con las anécdotas, se hace mucho más ameno, más entretenido, incluso más entendible. Y sobretodo, si es una historia real, que han ido montando y recopilando información, juntándolo todo como un puzzle. Ha sido fascinante, muchas gracias, fue un gran regalo. Un notable.

Aquí podéis encontrar un poco de sinopsis sobre el argumento del libro. Pero siempre recomiendo no saber nada si tienes intención de conocerlo (en este caso leerlo) por el placer de descubrirlo todo por ti mismo.

Ahora me apetece alguno finito, así que el libro que me regalaron mis amigos de uni tendrá que esperar. Pero voy a leer algo del mismo autor que ese, un autor que me fascina últimamente. Un libro que me recomendaron hace tiempo, un libro que no encontré en ninguna biblioteca y que al final me lo ha terminando enviado por correo esta persona que me lo recomendó para que pueda disfrutarlo. El país de las últimas cosas, de Paul Auster.

25.12.08

El señor de rojo

Eran las 11 y media de la noche, acababan de cenar. Los tíos, primos y abuelos, después de ponerse las botas cenando y de hablar de temas absurdos e incomprensibles para él se fueron rápido a casa. Estaba nervioso, dudaba de si sería capaz de dormirse enseguida o no, porque él podía llegar en cualquier momento y no debería encontrarle despierto. Sus padres le dieron las buenas noches y se fueron todos a dormir. El comedor compartía pared con su habitación y allí se encontraba el árbol de Navidad, con los pares de zapatos de su hermana, sus padres y sus zapatillas preferidas bien colocados. Había dejado un vaso de leche, porque su madre siempre le decía que tenía una cosa que se llamaba calcio y que daba fuerza, y pensó que el señor de la barba blanca, gordo y de traje rojo necesitaba mucha para llevar y repartir los regalos a todos los niños en esa noche. Esperaba que no tuviera alergia o algo y le gustara, no quería que se enfadara porque en parte le daba un poco de miedo con esa voz tan grave.



No podía evitar estar nervioso, cualquier pequeño ruido le sobresaltaba incluso los de su propia imaginación, al pensar que era él y que estaba dejando los regalos. Sabía que podía llegar en cualquier momento. Estaba tumbado en su cama, tapado hasta arriba, con las sábanas, la manta y el edredón. Cerraba los ojos pero la intranquilidad no le dejaba dormir. Muchas veces se había preguntado cómo un señor tan gordo podía caber por las chimeneas y entrar en todas las casas, seguro que con algún tipo de magia. Pensó en que ellos no tenían chimenea, entonces seguro que entraría por el balcón ya que había visto muchos Papa Noeles de mentira colgados de los balcones, como el suyo. Seguramente era una señal, una pista, para que no tuviera que perder el tiempo buscando la chimenea inexistente y pudiera encontrar directamente la entrada.



Justo en ese instante, escuchó un ruido en el tejado, se asustó, seguro que era él. Se agarró fuertemente a su peluche favorito, una tortuga bastante grande que le habían traído los Reyes Magos el año pasado, con la que dormía siempre y la que le daba seguridad y compañía por las noches. Pocos segundos después escuchó unos ruidos sospechosos al otro lado de la pared. Era él, estaba seguro, cerró los ojos e intentó mantenerse lo más quieto posible para que no se diera cuenta de que estaba despierto. También se escuchaba la rueda del hámster girar rápidamente, seguro que le había despertado y estaba inquieto por ver a un desconocido entrando en casa por la noche. De todas formas, deseaba que también le dejara algún regalo al animal, ya que era inevitable que lo viera despierto durmiendo en la misma habitación donde tenía que dejar los regalos. No había pensado en acogerlo en su habitación ese día.



Parecía que ya no se escuchaba nada, ya había dejado los regalos, estaban ahí, pero no podía levantarse a mirarlos por si aún no se había ido el señor, no le podía descubrir de ninguna manera. Así que se tranquilizó y pensó en levantarse pronto al día siguiente para ver si le había traído aquello que tanto deseaba y tenía curiosidad también por ver también los regalos de los demás. Cerró los ojos y tardó pocos minutos en dormirse.

17.12.08

La mujer bombín

Otro día más que cojo el tren. En esos cortos trayectos me da tiempo de observar, si no estoy envuelta en ningún pensamiento que me distraiga, las personas más cercanas que hay sentadas a mi alrededor. Hoy me he sentado, así al azar, frente a frente con la chica más rara y peculiar que he visto nunca en un tren y tan de cerca. Nuestras rodillas estaban separadas entre 5 y 7 cm, no más, es lo que tiene la separación de los asientos en los trenes. El hecho de sentarme al frente suyo, parece que le ha molestado, ella estaba tan a gusto con sus cortas piernas apoyada en el asiento de delante y ha tenido que quitarlas para que yo me sentara.



Lo primero que me ha llamado la atención de ella es el sombrero bombín que llevaba y sus gafas. Me ha parecido incluso extranjera, famosa, o salida de una película de época antigua, de unos cuantos años atrás, de tan estrafalaria y diferente que iba en comparación con los demás, aunque vestía bastante colorida. Pues eso, se ve poca gente por la calle con sombrero, y menos bombín, y menos una chica joven. Las gafas, esas que parece que se han puesto de moda de nuevo, que se llevaban en la época de nuestros padres e incluso antes, que ocupan casi media cara, cuadradas, con la montura marrón. Su piel era blanca, sus labios pequeños pero gruesos. El pelo era castaño claro ondulado que le llegaba a la altura de sus hombros, por la parte derecha asomaban dos gruesas rastas que le llegaban hasta medio tronco.



Estaba comiéndose lentamente una manzana amarilla, deleitándose con cada mordisco, la miraba con deseo y luego mordía y miraba el paisaje lluvioso por la ventana. Sus movimientos eran lentos, parsimoniosos, parecía una muñeca de porcelana, con una mirada sin objetivo, sin a penas expresión, sin sentimientos. Llevaba una bufanda enorme, marrón y blanca, que le cubría todo el cuello y el tronco, le llegaba hasta las rodillas. Iba con los auriculares puestos, con los cables de color blanco, que hacía que pareciera aún más metida en su mundo. Le ha costado reaccionar con el ¿perdona? que he soltado para que quitara las piernas del asiento donde pretendía sentarme, porque no había más asientos disponibles. No soy capaz de asignarle una edad, pero diría que podría tener entre 17 y 25, como mucho. Cara de niña tenía, pero su mirada inexpresiva, sus modales, sus movimientos no me permiten ponerle más o menos edad, aunque a saber. El asiento contiguo al que estaba ella, lo tenía ocupado con sus pertenencias. Un bolso grande negro, en el que rebuscaba de vez en cuando algo como a cámara lenta. Incluso sus parpadeos eran lentos. Como si estuviera compenetrada con el paso del tiempo, el movimiento acompasado del tren. Una chaqueta roja, rojo chillón, con botones de esos redondos, gordos y negros. Una bolsa de tela, de flores pequeñas y juntas, donde parecía llevar la compra del súper. Y un libro apoyado encima de todo eso. He intentado descifrar el título con mi vista defectuosa y me ha parecido leer “Armonía”. Un título bastante adecuado para lo que el aura de la chica representaba. No era un libro fino y la portada tenía unos tonos salmón o más bien anaranjados. Cuando estaba llegando a mi parada de destino ha guardado lentamente el libro en el bolso. Ha sentido frío, porque ha comprobado con su mano que entraba aire por alguna rendija oculta del vidrio de la ventana de detrás suyo, ha acomodado su cabeza en su bufanda y ha cerrado los ojos. Ya en mi parada, me he levantado del asiento y he ido hacía la puerta. Antes de que parara el tren, me he girado para volver a observarla, y en pocos segundos ya estaba con las piernas encima de mi asiento y apoyada en la ventana con los ojos cerrados. Volvió a su mundo de armonía, parsimonia y comodidad, aquél que yo le había interrumpido hacía 11 minutos desde que había ocupado su asiento delantero. Y a lo mejor, después de todo, es una chica tan normal. Lo que son las apariencias…

10.12.08

Arriesgarse

Arriesgarse. Tal y como dice la misma palabra, arriesgarse es arriesgado. Es recomendable pensar antes de hacer algo y arrepentirse después de ver las consecuencias. Cuando se te pasa algo por la cabeza, y no eres impulsivo, piensas. Ser impulsivo puede salir muy bien o muy mal, pero hablo de pensarlo antes. Aunque al final, acabas dando tantas vueltas, que la indecisión se apodera de ti y prefieres no hacer nada, dejar todo como estaba. Puede ser un error. Tenemos miedo, al cambio, al riesgo. Pero también mucha curiosidad por el posible futuro incierto. ¿Y si sale bien? ¿o no salir del todo mal? ¿o no salir tan mal como podías haberte imaginado? Demasiadas posibilidades para tenerlas todas en cuenta. Ojala el intento fallido no produjera cambio. Lo malo es eso, si se intenta cambia, a mejor o a peor y es lo que hay que tener en cuenta. Las consecuencias. Todo es complicado. Arriesgarse es inquietante, tener miedo, es lo peor. Afrontar el miedo es lo que todo el mundo debería hacer, o al menos aprender a hacerlo, mejorarlo con el tiempo. De palos se aprende, dicen. Si se ha pasado mal en un intento pasado, más es el miedo a volver a fracasar y más cuando no solo depende de ti. Si todo el mundo fuera igual de comprensivo. Si todo el mundo pensara. Si todo el mundo tuviera el poder de la empatía, entonces el intento fallido no cambiaría mucho las cosas. Si las cosas fueran más fáciles, todo sería menos arriesgado. Demasiadas condiciones para que salga todo bien. Es complicado.



Varias frases que he encontrado por ahí, que no podrían expresar mejor lo que pienso, espero que os hagan pensar tanto como a mí, reflexionar.

Reírse es arriesgarse a parecer tonto.
Llorar es arriesgarse a parecer sentimental.

Ponerse a lado del otro es arriesgarse a quedar implicado.

Exponer los sentimientos es arriesgarse a exponer al verdadero yo.

Plantear las ideas y los sueños a los demás es arriesgarse a perderlos.

Amar es arriesgarse a no ser correspondido.

Vivir es arriesgarse a morir.

Esperar, es arriesgarse a la desesperanza.

Lanzarte, es arriesgarse a fallar.

Tener esperanza es arriesgarse a sentirse desesperado.
Intentar algo es arriesgarse al fracaso.

Pero uno tiene que correr riesgos, porque el mayor riesgo en la vida es no arriesgar nada. La persona que no arriesga nada, no hace, ni tiene nada, no es nada.

Pueden evitar el sufrimiento y la pena, pero no podrán aprender, sentir, cambiar, crecer, amar, vivir.

Encadenados a sus actitudes, son esclavos, han perdido el derecho a su libertad.
Sólo la persona que se arriesga es libre[/i]

¿Qué sería de la vida, si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo? (Vincent Van Gogh)





Fuentes:
Hoy quiero volver a empezar
En lo cotidiano