Pensó en un café, un café de esos de más de una hora, en el que el tiempo pasa sin darse cuenta. Así tendría un buen margen para decidir el momento exacto, las palabras adecuadas; aunque ya se había imaginado miles de diálogos posibles, varias situaciones en las que ninguna acababa del todo bien, al menos como le gustaría. Era realista y sabía perfectamente que en un principio, se podía ir olvidando del sí dejando lugar a un muy remoto puede y a un muy probable olvídalo. Pero necesitaba decírselo, no podía aguantar más, ya le había dado demasiadas vueltas.
Se sentaron en una mesa un poco retirada, pues les gustaba la tranquilidad y allí podrían hablar mejor y decirse todo lo que tuvieran que decirse. Ella no se esperaba nada, no tenía ni idea de lo que su acompañante tenía en mente, ni se lo imaginaba. Un camarero mulato y bajito se les acercó: ¿Qué van a tomar? Un café con leche. Yo otro, por favor. Enseguida se lo traigo. Gracias. Se quedaron mirando un rato a los ojos. Pensaba en lo mágico que era aquel momento, en lo más mágico que podría ser si ella sintiera lo mismo. Le encantaba su mirada, tímida y tranquila a la vez, le transmitía mucha paz y se sentía muy a gusto a su lado. Se paraba el tiempo cada vez que le miraba de esa forma. No pudo evitar una tímida sonrisa y entonces ella rompió el hielo y empezaron a hablar de todo un poco. Era una situación un poco extraña, se habían visto poco pero en cambio se conocían bastante bien. Trajeron los cafés.
Estaba impacientándose, le estaban empezando a entrar las dudas… ¿estaría bien decírselo? ¿cómo se lo tomaría? ¿qué pasaría luego? Alzó la taza para dar el primer sorbo, pero le tembló el pulso y derramó un poco, dejando la taza de nuevo en la mesa. Ella le preguntó si se encontraba bien y entonces no pudo aguantar y lo soltó, antes de lo previsto: Me gustas. Lo dijo mirándole fijamente a los ojos, esos ojos llenos de timidez que le hacían temblar. Ella desvió la mirada y agachó la cabeza tímidamente y a continuación dijo: Tú también me gustas, pero amistosamente hablando, me siento muy a gusto cada vez que hablamos.
Lo sabía, la típica respuesta, la primera excusa que se te pasa por la cabeza en una situación así, sin pensar, sin ni tan siquiera planteártelo. Tranquila, lo siento, debía decírtelo, no podía aguantar más, no podía mentirte. No pasa nada. Sí que pasa, me gustaría plantearte algo. Me gustaría que te lo pienses bien, esperaré. Quiero que al menos te plantees la opción de conocerme, de dejar que me conozcas y mostrarte todo lo que quiero y puedo ofrecerte. De la misma forma también quiero conocerte mejor, aunque me asuste. ¿Te acuerdas de cuando hablábamos de lo difícil que es encontrar a alguien? ¿A alguien, que te guste y tú también le gustes? Debería ser más fácil, pero no lo es. Me gustaría que lo pensaras de verdad. Sólo te digo que te puedo ofrecer todo aquello que él no te pudo dar cuando tú lo querías, siempre he querido dártelo aunque tú no lo querías de mí sino de otra persona. Pero como siempre hemos dicho, es difícil coincidir. Aquello de arriesgarse y tal, y las consecuencias que eso traía. Por eso, déjame dejar que me conozcas mejor. No sé qué decir, pero sé que no te puedo decir que no a eso, así que… podemos intentar conocernos mejor. No pudo evitar sonreír de nuevo y acariciarle la mejilla derecha suavemente. Ella bajó la vista y sonrió también tímidamente. Hubieron algunos momentos de silencio pero volvieron a entablar conversación y antes de salir de la cafetería se cruzaron un par de miradas de complicidad.
Palabra: Café (Memenovela)
Se sentaron en una mesa un poco retirada, pues les gustaba la tranquilidad y allí podrían hablar mejor y decirse todo lo que tuvieran que decirse. Ella no se esperaba nada, no tenía ni idea de lo que su acompañante tenía en mente, ni se lo imaginaba. Un camarero mulato y bajito se les acercó: ¿Qué van a tomar? Un café con leche. Yo otro, por favor. Enseguida se lo traigo. Gracias. Se quedaron mirando un rato a los ojos. Pensaba en lo mágico que era aquel momento, en lo más mágico que podría ser si ella sintiera lo mismo. Le encantaba su mirada, tímida y tranquila a la vez, le transmitía mucha paz y se sentía muy a gusto a su lado. Se paraba el tiempo cada vez que le miraba de esa forma. No pudo evitar una tímida sonrisa y entonces ella rompió el hielo y empezaron a hablar de todo un poco. Era una situación un poco extraña, se habían visto poco pero en cambio se conocían bastante bien. Trajeron los cafés.
Estaba impacientándose, le estaban empezando a entrar las dudas… ¿estaría bien decírselo? ¿cómo se lo tomaría? ¿qué pasaría luego? Alzó la taza para dar el primer sorbo, pero le tembló el pulso y derramó un poco, dejando la taza de nuevo en la mesa. Ella le preguntó si se encontraba bien y entonces no pudo aguantar y lo soltó, antes de lo previsto: Me gustas. Lo dijo mirándole fijamente a los ojos, esos ojos llenos de timidez que le hacían temblar. Ella desvió la mirada y agachó la cabeza tímidamente y a continuación dijo: Tú también me gustas, pero amistosamente hablando, me siento muy a gusto cada vez que hablamos.
Lo sabía, la típica respuesta, la primera excusa que se te pasa por la cabeza en una situación así, sin pensar, sin ni tan siquiera planteártelo. Tranquila, lo siento, debía decírtelo, no podía aguantar más, no podía mentirte. No pasa nada. Sí que pasa, me gustaría plantearte algo. Me gustaría que te lo pienses bien, esperaré. Quiero que al menos te plantees la opción de conocerme, de dejar que me conozcas y mostrarte todo lo que quiero y puedo ofrecerte. De la misma forma también quiero conocerte mejor, aunque me asuste. ¿Te acuerdas de cuando hablábamos de lo difícil que es encontrar a alguien? ¿A alguien, que te guste y tú también le gustes? Debería ser más fácil, pero no lo es. Me gustaría que lo pensaras de verdad. Sólo te digo que te puedo ofrecer todo aquello que él no te pudo dar cuando tú lo querías, siempre he querido dártelo aunque tú no lo querías de mí sino de otra persona. Pero como siempre hemos dicho, es difícil coincidir. Aquello de arriesgarse y tal, y las consecuencias que eso traía. Por eso, déjame dejar que me conozcas mejor. No sé qué decir, pero sé que no te puedo decir que no a eso, así que… podemos intentar conocernos mejor. No pudo evitar sonreír de nuevo y acariciarle la mejilla derecha suavemente. Ella bajó la vista y sonrió también tímidamente. Hubieron algunos momentos de silencio pero volvieron a entablar conversación y antes de salir de la cafetería se cruzaron un par de miradas de complicidad.
Palabra: Café (Memenovela)
1 comentario:
Me encanta este texto, que pena que no lo hayas podido publicar :(
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